jueves, 16 de abril de 2015
jueves, 2 de abril de 2015
El cíclope esmeralda
Llegó una carta misteriosa enviada a la Universidad de
Oxford. SirThomas Brown recoge la carta y se la entrega a su nieta. Mientras
Virginia acabó de leer unos manuscritos antiguos y traducirlos del sánscrito al
inglés, el viejo arqueólogo fue a su habitación para leer atentamente la carta.
Virginia estaba agotada y decidió también irse a su habitación sin cenar y así
acostarse pronto para descansar, pero también encontró la misma carta en su
cama que lo había dado su abuelo con una nota que pone esto es para ti. Ella abrió
la carta y la leyó muy intrigada:
“Estimado arqueólogo, Sir Thomas Brown:
Espero que usted se encuentre
bien. Aquí, en la Universidad de Atenas, se ha armado un tremendo revuelo
porque se han descubierto los restos de una extraña construcción
arquitectónica, que nadie sabe que es, y que hasta el momento no se ha hallado
nada parecido en toda la arquitectura de la civilización griega, ni tan
siquiera entre los restos de la vieja cultura cretense o micénica. Todos los arqueólogos que trabajamos en la
universidad andamos estupefactos ante tal extraño descubrimiento, ya que pone
patas arriba todo lo que conocemos de la civilización griega, incluso diría yo
de los pueblos prehelénicos. El descubrimiento se ha realizado entre las regiones
de Tesalia y Macedonia, donde se encuentra el Monte Olimpo. Se trata de unas
extrañas murallas construidas con enormes bloques de piedra perfectamente
tallados, con piedras que no son de la región sino que son originarias de la Meseta
de Anatolia, cerca del Cáucaso, a miles de kilómetros del Monte Olimpo, y que
como investigadores, nos resulta muy extraño elaborar conjeturas e hipótesis
sobre la manera en la que han llegado hasta allí. Pero lo más sorprendente es
su antigüedad: creemos que están datados sobre el 10.000 a.C., motivo que nos
desconcierta por completo.
Los ilustres miembros
del Consejo Rector de la Facultad de Historia me han asignado que dirija las
nuevas excavaciones y que descubra qué son estos restos, a qué periodo histórico
pertenecen y quienes eran sus extraños moradores. Estas murallas y las
contrucciones aledañas podrían formar un complejo fortificado, que se prolonga
hasta las mismísimas faldas del Monte Olimpo, con una extensión de 7 kilómetros
aproximadamente. Estoy intentando resolver el misterio de estos restos
arqueológicos, y me encuentro en un callejón sin salida que me obliga a volver
a principio para retomar de nuevo la línea de investigación. Por este motivo,
le escribo esta carta solicitándole su inestimable ayuda, ya que es usted uno
de los más importantes expertos a nivel mundial en las culturas prehelénicas,
al igual que su nieta Virginia, la joven y brillante arqueóloga de la
Universidad de Oxford y digna heredera de su legado intelectual. Un extraño rumor
ha llegado a mis oídos: se dice que un viejo anticuario judío, que tiene su
tienda de antigüedades cerca de la Acrópolis, conserva un viejo mapa del Monte
Olimpo en el que aparece dibujado un laberinto desconocido y la extraña figura
de un cíclope, y nadie sabe cómo ha llegado a sus manos. Le suplico que vengan
a Atenas y que me ayuden. En cuanto a los gastos del viaje, no se preocupen ya
que su estancia corre a cuenta de la fundación del Museo Arqueológico de Atenas
y de la propia Universidad, al ser ustedes colaboradores tan ilustres. Su viaje
y la misión que les hemos encomendado debe quedar en el más absoluto secreto.
Por eso le he escrito unos pasos que tienes que seguir:
1. Responder
rápidamente a esta carta, dirigida a mi mismo como director de la excavación,
Dimitri Papanopoulos.
2. Junto con la carta, tienen dos billetes en el primer vuelo
que salga desde Londres a Atenas.
3. Una vez que lleguen a Atenas y se instalen en el Hotel
Majestic, donde tendrán reservada una suite a su nombre, reúnanse conmigo en la
Facultad de Historia de la Universidad de Atenas, en la Biblioteca de Historia
Antigua, y allí pidan para consultar el viejo códice sobre el Oráculo de
Delfos. Será mi referencia para saber que han llegado y así poder hablar sin
despertar sospechas sobre este extraño misterio.
Nos veremos dentro de tres días.
Un cordial saludo
Firmado:
Dimitri Papanopoulos”
Sir Thomas Brown y su
nieta Virginia leyeron la carta estupefactos y estaban desconcertados porque no
estaban seguros de aceptar la invitación, pero su insaciable curiosidad por
rebasar los límites del conocimiento les empujó a aceptar, y así lo hicieron.
Pero había un problema: el estado de salud del viejo arqueólogo estaba muy
deteriorado y necesitaba muchos cuidados y llevar una vida tranquila; por eso,
Sir Thomas Brown tomó la decisión de que fuera en su lugar su nieta Virginia,
ya que confiaba plenamente en sus facultades como investigadora, y que sabría
ser su más digna representante. Virginia enseñó la copia de la misma carta que
ella también había recibido y accedió a la propuesta sin pensárselo dos
veces. Su abuelo le explicó que debía
seguir las instrucciones al pie de la letra y no dar ningún paso en falso. Eso
sí, el más absoluto secreto sobre el motivo de su viaje a Grecia.
Al día siguiente
preparó sus maletas y tomó un taxi para dirigirse desde Oxford al Aeropuerto de
High Road, en Londres. Y desde allí, el vuelo que la llevaría a Atenas…
Virginia llegó a
Atenas prácticamente de noche, y se marchó directamente al hotel. A la mañana
siguiente, Virginia se dirigió a la Universidad de Atenas, al lugar indicado.
Preguntó a la bibliotecaria sobre si tenían disponible una copia del viejo
códice, y la bibliotecaria se la entregó enseguida. Virginia se dirigió a una
pequeña mesa que había al fondo de la sala. Al cabo de un rato, apareció un
joven investigador de apenas 30 años de edad, y le preguntó sobre la copia del
códice que estaba leyendo. Virginia alzó la mirada y el joven se presentó con
cortesía. Era Dimitri Papanopoulos. Allí estuvieron conversando con voz baja, y
Papanopoulos la puso al corriente del hallazgo arqueológico y del estado de las
investigaciones. Al finalizar la conversación, acordaron en verse esa misma
tarde en el Hotel Majestic y de ahí se dirigieron al barrio situado bajo la
Acrópolis, conocido como Plaka o el Barrio de los Dioses, para buscar la tienda
del viejo anticuario, el Señor Salomón Mosher.
La tienda de
antigüedades del Señor Mosher no era muy conocida para los habitantes del viejo
barrio, y nadie les sabía indicar con certeza dónde estaba situada. Después de
recorrer de arriba abajo las viejas calles empinadas, preguntaron a una vieja
señora que vendía frutas frescas, y les indicó el callejón donde estaba la
tienda del anticuario, extraño personaje que apenas se relacionaba con sus
vecinos y del que sólo circulaban rumores sobre su terrible pasado. Salomón
Mosher conocía al viejo arqueólogo Sir Thomas Brown y al descubrir que la joven
desconocida que había entrado en su tienda era su nieta, se dirigió a los dos
jóvenes con una amabilidad exquisita, enseñándoles el viejo mapa, que tenía
oculto como un preciado tesoro. Además del mapa, el anticuario les dio también
un viejo sello con la imagen de un extraña figura que se asemejaba a un ser
mitológico, el cíclope.
Al día siguiente,
Virginia y Dimitri tomaros juntos el tren que les conduciría a la ciudad de
Larisa, la capital de la región de Tesalia. Desde allí, se dirigirían al Monte
Olimpo utilizando medios de transporte de lo más diverso…
Desde la llegada a Larisa,
tardaron un día y medio en llegar al Monte Olimpo, donde se dirigieron al
campamento de las excavaciones arqueológicas. Una vez instalados en sus
respectivas tiendas, descansaron de la agotadora jornada de viaje. Al amanecer,
salieron a explorar las excavaciones, y llegaron a las faldas del majestuoso
Olimpo. Virginia estaba extenuada por el cansancio, y pararon para comer algo.
De repente, encontraron un extraño hueco entre la vegetación. La maleza
ocultaba lo que debía ser una entrada a
una cueva, tapada por un enorme bloque de piedra, y a uno de los lados, vieron
un dibujo grabado en la piedra que les era familiar… Era la imagen borrosa de
la figura del cíclope que aparecía en el plano del extraño laberinto, dibujado
detrás del pergamino del mapa que les había dado Salomón Mosher. Entonces,
cogieron el viejo sello de piedra e intentaron hacer encajar la imagen del
sello con la de la pared… El sello encajaba a la perfección y giraron las
imágenes hacia la derecha, en el sentido de las agujas del reloj, y el bloque
de piedra, a modo de puerta, se desplazó dejando al descubierto la entrada de
una enorme gruta.
Sorprendidos a la par
que asustados, entraron Virginia y Dimitri en la cueva. El interior de la cueva
olía de manera extraña, quizás porque no entraba el aire del exterior desde
hacía muchísimo tiempo. Caminaron por un lago pasillo durante unos pocos
minutos, y la entrada se cerró bruscamente… Angustiados, intentaron empujar el
bloque de piedra, pero era en vano: estaban prisioneros en el corazón del Monte
Olimpo, la morada de los Dioses ancestrales que allí vivieron. Un escalofriante
grito sonó por toda la cueva, asustados y conscientes de que aquella aventura
podría convertirse en un trágico final, caminaros unos pasos y vieron que ante
ellos se abría un intrincado laberinto. Conscientes de que aquella aventura
podría convertirse en un trágico final, decidieron adentrarse en su interior
con la pequeña esperanza de encontrar una salida.
¿Qué extraño misterio
encerraba en sus entrañas el majestuoso Olimpo?
Llamó a Dimitri para
avisarle de que ha encontrado un agujero con un símbolo y le dijo que
comprobara a mirar el dibujo tallado en la piedra para averiguar si coincide
con el agujero. Puso la piedra en el agujero y de repente apareció una puerta
que conduce al laberinto. Exploraron el laberinto, esquivaron sus trampas y
encontraron la esmeralda. Pero cuando la cogieron despertaron al cíclope para
que fuera a perseguirlos y escaparon con la esmeralda y sobrevivieron los dos
de esta aventura peligrosa.
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