Los objetos más valiosos que nadie han podido encontrar
Hola cibernautos y cibernautos, hoy vamos a hablar sobre algunos de los objetos más valiosos que nadie han podido encontrar os traigo unos 5 ejemplos:
1. La patente de los hermanos Wright:
En 1903, los hermanos Wright fueron las primeras personas en volar utilizando un aeroplano, consiguieron recorrer hasta 40 metros de distancia y alcanzó la altura de hasta 3 metros. Pero este problema ya se resolvió antes del siglo XX, cuando varios llevaron acabo vuelos en planeadores tripulados como es el caso de Leonardo Da Vinci. Esa máquina se llamaba el Wright Flyer I. La primera máquina voladora propulsada a motor que tras hacer el vuelo se hizo famoso. En la actualidad aún no se sabe donde se guarda los planos de la construcción. También hay una película que se basaba sobre el vuelo.
En Perú gira en torno al héroe cultural Inkarri, quien después de fundar Q'ero y Cusco se retiró hacia la selva de Pantiacolla, a vivir sus últimos días en la ciudad. Usaban esta ciudad como un refugio durante la llegada de los colonos.
En Bolivia, los españoles la buscaron, descubriendo pueblos indígenas que fueron evangelizados por los misioneros. Llegaron a toparse con cantidades de oro, pero no era lo que se describía en la leyenda. En realidad encontraron la Fortaleza de Hualla. Ahí guardaban las joyas que tenían los reyes.
5. Los planos de la bomba atómica
2. La ciudad de Paititi
Paititi es una ciudad legendaria en la que se dice que ahora se encuentra al este de los Andes, en alguna selva tropical del sureste de Perú, norte de Bolivia, suroeste de Braseil y en los estados de Rondonia y Acre. Esta ciudad ha dado origen como leyenda amazónica.
Según la leyenda relatada en las crónicas de Lizarazu en 1635, se nombraba al inca Guaynaapoc y su viaje de vuelta hasta el reino de su padre Manco, en Paititi, más allá del Río Guaporé (Estado de Rondonia).
En Perú gira en torno al héroe cultural Inkarri, quien después de fundar Q'ero y Cusco se retiró hacia la selva de Pantiacolla, a vivir sus últimos días en la ciudad. Usaban esta ciudad como un refugio durante la llegada de los colonos.
En Bolivia, los españoles la buscaron, descubriendo pueblos indígenas que fueron evangelizados por los misioneros. Llegaron a toparse con cantidades de oro, pero no era lo que se describía en la leyenda. En realidad encontraron la Fortaleza de Hualla. Ahí guardaban las joyas que tenían los reyes.
3. El collar de Patiala
Este collar era un regalo que hizo la joyería Cartier para el maharajá Sir Bhupinder Singh (1891-1938), se hizo fiel a esta doctrina cuando en 1925 el príncipe heredó de parte de su padre un diamante de color amarillo (De Beers), hallado en 1888, llamó a la joyería Cartier y pidió que engarzaran este díamante en un collar. Fue el collar más grande que jamás realizado en 1928, antes de ser entregado al propietario era expuesto en la rue de la Paix (París). Este collar está compuesto por una cascada de diamantes de 2930 piezas y dos rubíes montados sobre platino.
Durante la desaparición Bhupinder murió en 1938 y le heredó su collar para su hijo Yadvindra Singh. Tras la desaparición, durante 1947 la India alcanzó la independencia, los estados de los maharajás pasan a ser pertenecidos por la República y el diamante De Beers (el de color amarillo) es separado del collar y adquirido por otros propietarios. Volvió a aparecer una pieza del collar. Solo había aparecido el diamante del padre de Bhupinder en una subasta de Sotheby's (Ginebra) por 4,5 millones de dólares.
4. La cámara de ámbar
La idea de construir aquella cámara partió de Sofía Carlota de Hannover, esposa deFederico I , miembro de la Casa de Hohenzollern y primer rey de Prusia. Su finalidad era la de adornar el Palacio de Charlottenburg, en Berlín, donde vivía la Corte del reino de Prusia y Sofia se propuso tapizar una pequeña sala de aquel palacio, encargando aquel proyecto al escultor y arquitecto alemán Andreas Schlüter que hizo el primer diseño, encargándose después al orfebre Gottfried Wolfram la tarea de llevarlo cabo. Constaba de paneles profusamente ornamentados en los que se utilizó como materia prima el ámbar semitransparente del mar Báltico” una resina fósil proveniente de pinos que existieron hace 50 millones de años y a la que se la atribuyen capacidades medicinales y milagrosas. Las obras duraron 8 años, desde 1701 a 1709 y en ellas se emplearon 6 toneladas de aquel ámbar. Hay que decir que por su rareza, ya en el siglo XVIII el ámbar tenía un precio 12 veces más caro que el oro.
Precisamente por eso, aquella cámara no se llegó a terminar, e inconclusa, fue destinada a una galería del castillo de Charlottenburg hasta que en el año 1712 Pedro I de Rusia la visitó invitado por el entonces rey de Prusia, Federico Guillermo I, hijo de Federico I. El Zar quedó tan impresionado por su belleza que puso como condición “quedarse con misma” si las negociaciones para la alianza ruso-prusiana contra Suecia fructificaban. Al llegar aquellas negociaciones a buen puerto, en 1717 Pedro I recibió su regalo y trasladó aquella Sala a la flamante nueva capital de su imperio: San Petersburgo
5. Los planos de la bomba atómica